En el embarazo, cero alcohol

Las consecuencias de beber en la gestación van desde que el futuro niño padezca anomalías craneofaciales y neurológicas, hasta que sufra retraso en su crecimiento.

No existe una dosis segura de alcohol durante el embarazo. La única cantidad recomendada es cero. Y la evidencia científica lo avala: sus efectos en el feto y futuro niño pueden ser peligrosos y persistir a largo plazo. En primer lugar, “no hay ninguna duda desde el punto de vista científico de que el alcohol es un teratógeno que describe a cualquier sustancia capaz de alterar el desarrollo normal del embrión o del feto y de producir malformaciones en el recién nacido”, dice rotundo Miguel Marcos Martín, especialista en medicina interna del Hospital Universitario de Salamanca. Un comportamiento peligroso que banaliza en su libro Expecting Better, la escritora Emily Oster y que ha suscitado las críticas de los expertos.

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Pediatras, neuropediatras y ginecólogos, entre otros especialistas, afirman que las consecuencias de beber en la gestación van desde que el futuro niño padezca anomalías craneofaciales y neurológicas, hasta que padezca retraso del crecimiento, deterioro cognitivo y defectos de nacimiento. Aunque el efecto más estudiado y más difícil de diagnosticar es el Trastorno del Espectro Alcohólico Fetal (TEAF), siendo su máxima expresión y de peor pronóstico el Síndrome Alcohólico Fetal (SAF). “El diagnóstico de TEAF sigue siendo un desafío debido a la poca confiabilidad de las historias maternas de consumo propio y la ausencia de biomarcadores sensibles”, concluía un estudio publicado en The Lancet este 2019 y titulado: Clinical presentation, diagnosis, and management of fetal alcohol spectrum disorder. [Presentación clínica, diagnóstico y manejo del trastorno del espectro alcohólico fetal, por su traducción al español].

El SAF fue reconocido por primera vez en 1973 cuando una investigación analizó los efectos del alcohol en el embarazo a largo plazo; la investigación, que también se publicó en The Lancet, fue el origen de muchas leyes de salud pública que “recomendaban y recomiendan hoy a las gestantes no beber nada del alcohol”. Leyes que han sido implantadas en España, Italia, Estados Unidos o Canadá, entre otros. Además, en este estudio se realizó “la primera autopsia a varios pacientes con SAF, dos recién nacidos y un bebé de siete meses, que revelaban dismorfogénesis del cerebro, que puede ser responsable de algunas de las anomalías funcionales y de la mala posición de la articulación observada en este síndrome”.

Se estima que en Europa el SAF afecta en promedio a 1 de cada 1.000 recién nacidos, existiendo países con cifras mucho mayores, aquellos que están en el conocido como cinturón de vodka

Según la Asociación de Familias de hijos e hijas con TEAF de España, la exposición prenatal al alcohol es la principal causa conocida y previsible de retraso mental en el mundo occidental. Se estima que en Europa afecta en promedio a 1 de cada 1.000 recién nacidos, existiendo países con cifras mucho mayores, aquellos que están en el conocido como cinturón de vodka [Rusia y países de Europa del este]. Y un dato a tener en cuenta: “No existe un tratamiento curativo para el SAF, porque las alteraciones que el alcohol provoca en el desarrollo del sistema nervioso central, ya sean más o menos graves, dan lugar a lesiones permanentes”.

No obstante, todos estos datos contrastados por expertos han sido cuestionados en el libro publicado por Oster, en el que rompe con los supuestos tópicos de la gestación y no repara en afirmar que “desde el segundo trimestre de embarazo es bastante seguro beber una copa de vino”. Una afirmación sin ninguna base científica que ha generado una gran polémica.

“¿Qué necesidad hay de beber en el embarazo?”, se pregunta con ironía Manuel Hernández, neuropediatra. “Conocemos las consecuencias y no solo hablamos del SAF sino que también se pueden producir partos prematuros con más riesgo, bebés que nacen con bajo peso o una mayor tendencia a padecer hiperactividad”. La mayoría de los casos vienen, efectivamente, de las adopciones de Rusia o Europa del Este, y no porque “estas madres sean alcohólicas, sino que culturalmente, y por el frío, hace que se consuma más alcohol en estas regiones”. Los niños que padecen SAF, aunque depende mucho del grado, “suelen presentar rasgos físicos característicos como microcefalia, ojos almendrados, nariz más ancha y labios finos, entre otro síntomas”, añade el doctor. Según explica el experto, en el caso de este síndrome son varias las áreas afectadas del cerebro, su efecto es difuso, y los problemas se notan más “en el aprendizaje y la conducta”. Normalmente, los padres que adoptan en estos países conocen la situación física de los niños, se lo detallan desde allí y cuando “llegan se suelen asociar y vivirlo de forma conjunta”.

El alcohol atraviesa fácilmente la placenta y el feto tarda mucho en eliminarlo, de forma que lo que bebe la madre, lo bebe el feto”

Montse Dolz, miembro de una de estas asociaciones, la Asociación de Familias de Afectados por el Síndrome Alcohólico Fetal (Afasaf) y madre de un joven con SAF, añade: “A mi hijo le diagnosticaron SAF con tres años, lo adopté en Rusia y en cuanto entré a la consulta del médico él ya sabía lo que le pasaba a mi hijo”. El joven, ahora con 14 años, acaba de aprender a leer: “El SAF tiene distintos grados, pero lo más característico es el retraso intelectual y que puede ir acompañado de otros trastornos, como el Trastorno de Déficit de Atención e Hiperactividad o de Trastorno del Espectro del Autismo, entre otros”. Según explica esta mujer, “el SAF es prevenible, basta con no beber. El SAF es para toda la vida y el daño en el cerebro está hecho, ahora gracias a los avances científicos se diagnostica antes y existen terapias multidisciplinares que ayudan mucho a que mejore la calidad de vida de los que lo padecen. Es peligroso vender mentiras. Que el alcohol daña es un hecho. Y lo es con tan solo una copa”.

Es cierto que “a mayor cantidad de alcohol consumido por la madre, mayor es el daño, pero incluso dosis bajas de alcohol pueden producir malformaciones más leves, como el labio leporino, o favorecer la aparición de trastornos conductuales o cognitivos (hiperactividad o alteraciones del aprendizaje, entre otros)”, retoma Marcos, también profesor de la Universidad de Salamanca. “El alcohol atraviesa fácilmente la placenta y el feto tarda mucho en eliminarlo, de forma que lo que bebe la madre, lo bebe el feto”, prosigue. Por tanto, para el experto, no existe de ningún modo una dosis segura de alcohol durante el embarazo y la recomendación de todas las instituciones y sociedades científicas es clara y unánime: “La única cantidad recomendada de bebidas alcohólicas durante el embarazo es cero”, concluye el experto.

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