Una mujer debe ser dos cosas: quien ella quiera y lo que ella quiera

Desde que nacemos nos enseñan a agradarle a los demás. A estar perfectas, a vernos bonitas.

Bastan unas semanas para que nos perforen las orejas y nos pongan diademas gigantescas en la cabeza, para nosotras la comodidad no es una opción porque primero está la belleza.

 

Mientras crecía siempre me sentí imcómoda usando vestidos, me hubiera encantado tirarme al piso como el resto de mis primos o simplemente andar en avalancha sin tener que cuidar que no se me rasparan los zapatos.

Jamás imaginé que con los años las exigencias hacia mí iban a crecer tanto, y tampoco imaginé que estas expectativas fueran las de alguien más y no las mías.

Se nos dice mucho como debe de ser una, primero están los papás, quienes idealizan cómo deberíamos comportarnos; después están las tías, las abuelas y por ahí alguna prima que para muchas resulta un ejemplo inacanzable.

 
Las opciones son pocas y mientras se forja nuestra propia personalidad, todos los fantasmas del deber ser nos abruman como si de verdad lo importante fuera alcanzar ese molde que los demás esperan de nosotras.

Si algo aprendí con el tiempo y con muchos pleitos de por medio es que: una debe ser lo que quiere ser sin importar lo que piensen los demás.

Todos los días escucho y leo a mujeres inseguras, que si les falta algo, que si les sobra algo, escucho comentarios donde se imaginan cómo serían si cambiaran algo de ellas mismas, de su cuerpo, de su carácter. Para nosotras siempre hay algo que mejorar.

Pero la cuestión es que pareciera que nunca se es suficiente. Todo el tiempo nos hacen creer que podemos ser más bonitas, más elegantes, más cordiales, más poderosas, más, más y más, pero… ¿para qué?

Hasta cuando vamos a soltar todas esas exigencias para abrazarnos, consolarnos y entender que somos lo que podemos ser, lo que está en nuestras posibilidades, a nuestro alcance y sobre todo lo que realmente queremos y pensamos que seríamos.

Una mujer debe ser dos cosas: quien ella quiera y lo que ella quiera. Quizá con el tiempo aprendamos del todo esta lección de Gabrielle Chanel, esa que nos dice que nuestro presente y nuestro futuro solo lo decidimos nosotras mismas.

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